El movimiento
antifascista y anticapitalista en su conjunto tiene muchas contradicciones e
incoherencias. Pero es muy demagogo decir que estos errores los tienen las
ideologías en abstracto, ya que quienes realmente llevamos a cabo
comportamientos distintos de los predicados somos las personas que formamos
parte de ellas. Asumir que tenemos problemas internos no nos hace más débiles,
como nos han hecho creer, todo lo contrario: nos fortalece.
Un movimiento que hace apología a unos valores pero en la práctica se
lleva a cabo otros que son reproducciones casi milimétricas de los que nos han
impuesto desde el sistema al que queremos erradicar, ya no es que no tenga ningún futuro, sino
que aun teniéndolo no constituye ninguna
amenaza al presente, puesto que los medios que utiliza y los
comportamientos que lleva a cabo son herramientas que nos ha puesto a
disposición el capitalismo, siendo éstas por tanto producto de él y cuyo único
objetivo es alimentarle.
Estas contradicciones se
dan muchas veces en nuestro día a día y es cierto que gran parte de estos actos
son difícilmente salvables, es complicado vivir dentro del sistema sin
beneficiar de una forma u otra los propios valores y estructuras que
ideológicamente rechazamos. Esto mismo ocurre con el sistema patriarcal, que de
la mano del capitalismo configura numerosas estrategias, a nivel sociocultural
y económico, que constituyen un ataque directo en la sociedad, actuando de
manera transversal, llegando también a afectar incluso en mayor medida a la
clase trabajadora, donde se reproducen inconscientemente los roles que se ha
asignado a la población según sexo y género y provocando por tanto nuevas
relaciones de poder dentro de esta clase ya de por sí oprimida (la conocida
como doble opresión de la mujer obrera, o triple opresión si esta fuera
inmigrante). Ante esta complicada y problemática situación podemos plantearnos
dos caminos:
El primero consistiría en
tirar la toalla, asumir un rol conformista y aceptar que, puesto que ser
completamente coherente es imposible, lo más racional es dejar de preocuparse
excesivamente por las incongruencias prácticas con respecto a la teoría que
defendemos y vivir la vida de la manera más cómoda que podamos. Claramente este
razonamiento está íntimamente ligado con una conducta oportunista que entre
otras cosas, nos inculca el propio Capitalismo como forma de vida.
La segunda consiste en
aceptar que tenemos contradicciones en el movimiento, pero tratando
progresivamente de que sean menos para que no se normalicen y menos aún en
nuestros espacios. Es aquí a dónde queremos llegar, al problema que supone
la normalización del sexismo en centros y/o locales antifascistas en los que se
realizan actividades enmarcadas siempre en el ámbito anticapitalista. De
nuevo tenemos dos factores a tener en cuenta:
Por un lado nuestra
manera de relacionarnos entre compañeros y compañeras. Debemos hacer una
reflexión interna para darnos cuenta de si perpetuamos roles que nos impone el
sistema heteropatriarcal: insultar con
adjetivos que hacen referencia a la homosexualidad (habitualmente hacia los
hombres “maricón”) o a lo femenino
(“ eres una nenaza”), reírnos o señalar a las mujeres que no se depilan el
vello corporal, denigrar a las personas por no encajar con los cánones de
belleza establecidos, tratar de buscar “renombre” entablando relaciones
sexuales con personas a las que consideramos superiores en nuestro entorno,
reírnos ante comentarios machistas porque estamos en un ámbito festivo y ya no
es necesario mantener el papel de militante coherente, excusarnos ante actitudes sexistas si la persona ha bebido alcohol,
desprestigiar a mujeres que visten con ropa que deja al descubierto mucha parte
de su cuerpo y relacionarlo siempre con que eso sea una invitación sexual para
los hombres , desacreditar así mismo a las que han tenido relaciones con muchas
personas como si su vida privada interfiriese en la vida política o incluso
perpetrar agresiones a quienes se acercan a nuestras parejas en vez de
responsabilizar a estas últimas si llevan a cabo comportamientos que rompen
nuestro compromiso pactado.
Y por otro lado -y el más fácil de hecho- consiste en no dar cobertura a
componentes, artistas, personajes públicos o cualquiera que lleve a cabo un trabajo
en el que se expongan actitudes sexistas. Esto consistiría en no concertar actos con
cantantes si en sus temas las letras denigran a la mujer, o a las personas en
general por su orientación o identidad sexual (de igual manera que nunca
financiaríamos a quienes compusieran letras que denigraran alguna raza o que
fueran en contra de nuestros intereses de clase obrera), tampoco proyectaríamos
películas que se contrariaran con nuestra lucha, no invitaríamos a personas que
representen a una organización política contraria al ideal antifascista y
anticapitalista, y un largo etcéterca.
La clave es muy simple: cada espacio está para una cosa y nuestros
centros antifascistas tienen la misión de hacer que la gente entienda nuestra
lucha y se sume a ella. Todo lo que
ocurra dentro de nuestros espacios debe representar la sociedad que
queremos conseguir, evitar lo que se aleje de ella, y no permitir
lo que vaya en contra nuestra.
¡POR UN ANTIFASCISMO LIBRE DE SEXISMO: PREDICA CON EL EJEMPLO, NO SEAS
CÓMPLICE!
Asamblea Feminista Panteras
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